Oscar 2013: perdón, Steven: ¿por qué no te quieren? (2024)

Ya le había pasado una vez. En 1985, “El color púrpura” de Steven Spielberg tenía once nominaciones pero su director no figuraba en el rubro correspondiente. Como la película no ganó nada, todo quedó en la anécdota, hasta que Spielberg pudo alcanzar su primer Oscar en 1993 por “La lista de Schindler”. Hubo otro en 1998 por “Rescatando al soldado Ryan” (aunque la película no ganó), pero muchos pensaron con toda justicia que este año, al tener “Lincoln” doce nominaciones y su principal rival “Argo” no tener a su director Ben Affleck en competencia, bien podía ser el turno del tercer Oscar para Spielberg. Desde mucho antes se sabía que “Argo” iba a ganar, porque todos los premios habían caído en catarata sobre ella (extraña coincidencia: Globo de Oro, Screen Actors Guild, Directors Guild, Critics’ Choice, Bafta, AFI, etc.), así que la única incógnita era quién iba a ser elegido mejor director. Cuando se pronunció el nombre de Ang Lee (los favoritos eran Spielberg y Michael Haneke por “Amour”) fue una verdadera sorpresa. A fin de cuentas, “Life of Pi” fue la más premiada, con cuatro estatuillas, y era la segunda en cuanto al número de nominaciones: tenía once.

Comentar la ceremonia del domingo 24 casi no vale la pena, así que nos limitaremos a pasar revista a algunos momentos singulares. Los que la vieron en directo (quien esto escribe tuvo la suerte de verla en TNT, con traducción simultánea y calidad HD) habrán comprobado que fue muy larga (empezó a las 23.30 y terminó a las tres de la mañana) y tuvo 13 tandas publicitarias a lo largo de sus tres horas y media (una cada 16,9 minutos). El presentador Seth McFarlane (“Family Guy” en TV, “Ted” en cine) hizo lo de siempre: disparar chistes privados a la gente del público de manera que el 99% de los televidentes de todo el mundo no entendieran el sentido. Cuando lo hacían Bob Hope o Billy Crystal, que tenían gracia propia, el asunto funcionaba. En manos de McFarlane, no. Y encima, se pasó los 15 minutos iniciales (un disparate para el tiempo televisivo) escuchando las críticas del viejísimo William Shatner que, disfrazado de capitán Kirk y desde una pantalla gigante, le decía lo malo que era y el fracaso a que se estaba exponiendo. Gran chiste.

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Las tonterías que surgieron de allí hicieron pensar a muchos que el libretista debía ser el propio McFarlane, que prometió una “velada musical” y mostró lo mal que bailaban Channing Tatum (de polainas a lo Fred Astaire) y Charlize Theron (que no es Ginger Rogers), aunque la canción “The Way You Look Tonight” evocaba a esa pareja. Y después salieron Daniel Radcliffe y Joseph Gordon-Levitt a cantar y bailar “High Hopes”, como reafirmando que si el elenco de “Los miserables” podía cantar sin tener mucha calidad vocal, ellos podían bailar sin ser grandes bailarines. ¿Era necesario? De todos modos, ello fue mejor que el burdo sainete con Sally Field y la monja voladora. Lamentable. A todo esto ya iba como un cuarto de hora de programa cuando salió Octavia Spencer a proclamar al mejor actor de reparto: Christoph Waltz por “Django sin cadenas”. Segundo Oscar para él y ambos en películas de Quentin Tarantino (lo había ganado en 2009 por “Bastardos sin gloria”). Bien merecido.

Comienza el gran desfile.

La Academia se esmeró este año en juntar gente sobre el escenario, como el elenco de “Los vengadores” (casi) en pleno: Robert Downey Jr, Jeremy Renner, Mark Ruffalo, Samuel L. Jackson y Chris Evans solamente para presentar los premios a la fotografía y a los efectos visuales, ambos para “Life of Pi”. Todos agradecen y hablan tanto que hay que cortarles el speech. Entonces aparece una radiante Halle Berry para homenajear los 50 años de James Bond. Un largo clip con todos los Bond, desde Sean Connery hasta Daniel Craig, culminando con Shirley Bassey en persona cantando (¡cuarenta y nueve años después!) el tema de “Goldfinger”: “Goldfinger, what a heart/ The Man with a heart of gold/ This heart is cold!”. Esos eran los buenos tiempos.

Más tarde aparece Ben Affleck (gran ovación, se ve que lo quieren, aunque no lo nominaron) para presentar el mejor documental de largometraje (“Searching for Sugar Man”) y en seguida su pareja Jennifer Garner para anunciar que “Amour” se lleva el Oscar al mejor filme extranjero. Se hace justicia. Nadie sabe por qué figuraba también entre las nueve candidatas oficiales: o es extranjera o no. No puede ni debe recibir el mismo tratamiento que la producción de Hollywood, porque si todas las películas del mundo tienen derecho a competir, el Oscar es no solo mezquino sino que es un dislate. Pero ocasionalmente se han colado Fellini, Bergman, Kurosawa y otros extranjeros geniales, solo para perder frente a gente menos talentosa. ¿Quién entiende eso?

Ahora quien sube al tablado es John Travolta. Hace alusión a los musicales de la última década, en lo que se entiende más como un homenaje a “Los miserables” que a un auténtico sentimiento evocativo hacia un género que hizo época. Catherine Zeta-Jones reitera su número “All That Jazz” de “Chicago”; Jennifer Hudson (ahora delgada) grita desaforadamente como lo había hecho en “Soñadoras” (aquí, tapones para los oídos sensibles) y es oportuno recordar que ambas señoras ganaron un Oscar por esas labores. Cuando entra el elenco en pleno (y ahora sí, no falta nadie) de “Los miserables” uno podría pensar que ya le iban a dar el Oscar, pero por suerte no. Y eso que cantan mejor que en la película. Sigue el elegantísimo Christopher Plummer, que entra bajo los acordes de “La novicia rebelde” (¡cuarenta y ocho años después!) para presentar a la mejor actriz de reparto. Plummer tiene 83 años y dice que hay tanto talento en esas mujeres que le gustaría trabajar con cada una de ellas en las próximas treinta películas que haga. Le entrega el Oscar a Anne Hathaway por “Los miserables”, ¿a quién otra?

La hora avanza y los premios se demoran. Mark Wahlberg y el odioso muñeco Ted revelan (después de una sarta de groserías) que hubo un empate en el rubro edición de sonido: “La noche más oscura” y “Operación Skyfall” comparten el Oscar. No es usual que haya empates, aunque lo hubo dos veces en el rubro actores: en 1932 empataron Wallace Beery y Fredric March y en 1968 Barbra Streisand y Katharine Hepburn. Con más de seis mil votantes es bastante curioso que eso se produzca. “Argo” gana su primer Oscar en montaje, presentado por Sandra Bullock. Después de escuchar a una algo tensa Adele en la canción nominada (y luego ganadora) “Operación Skyfall” le toca el turno a “Lincoln” por su diseño de producción. Las principales candidatas recién ganan su primer trofeo.

In memoriam.

Le toca el turno al siempre aplaudido George Clooney recordar a los desaparecidos en 2012, un momento siempre emotivo. Desfilan por la pantalla Ernest Borgnine, Jack Klugman, Celeste Holm, Michael Clarke Duncan, Charles Durning, Erland Josephson y Herbert Lom (actores), Ulu Grosbard, Tony Scott, Frank Pierson, Chris Marker y Nora Ephron (directores), Tonino Guerra y Ray Bradbury (libretistas), Richard Rodney Bennett y Marvin Hamlisch (compositores), Carlo Rambaldi (maquillador), Bruce Surtees (fotógrafo), Richard D. Zanuck (productor) y Andrew Sarris (crítico), entre otros técnicos menos conocidos. No hay mención para Larry Hagman, Andy Griffith, Ann Rutherford, Harry Carey Jr, Susan Tyrrell y Alex Karras (actores), Nagisa Oshima y Mel Stuart (directores), Donna Summer (cantante) y Gore Vidal (escritor), lo que llama la atención. Barbra Streisand (70 años cumplidos, y se le empiezan a notar) aparece para entonar “The Way We Were” en homenaje a Marvin Hamlisch y el recuerdo para la película “Nuestros años felices”, que ella protagonizó junto a Robert Redford hace 40 años. Es ovacionada como corresponde.

Llegan los pesos pesados.

El elenco de “Chicago” en pleno (Richard Gere, Renée Zellweger, Catherine Zeta-Jones, Queen Latifah) presenta las canciones nominadas y el premio para Adele. Dustin Hoffman, que le da por el hombro a su acompañante Charlize Theron (¿quién los emparejó?) entrega el segundo Oscar a “Argo” como libreto adaptado. Chris Terrio agradece y vemos que su acompañante es nada menos que la embajadora de EEUU en Uruguay, Julissa Reynoso. Luego le toca el Oscar a Quentin Tarantino por el guión original de “Django sin cadenas”. Junto a Affleck, Kathryn Bigelow y Tom Hooper, Tarantino fue uno de los directores ignorados, pero no se enoja: dice que sus películas van a ser recordadas en el futuro por sus intérpretes, a quienes agradece sinceramente. Todos aplauden. Ahora aparecen Michael Douglas y una radiante Jane Fonda (75 cumplidos y no se le notan) para otorgar el premio al director. Las miradas se dirigen a Spielberg y a Haneke, pero es Ang Lee que se levanta triunfal a buscar su segundo Oscar luego de “Secreto en la montaña” en 2005. Ninguna película suya ha ganado, lo mismo que ocurrió con George Stevens, doblemente reconocido como director pero sin película premiada.

¿Cómo? Jean Dujardin habla, y en perfecto inglés. La actriz ganadora es por supuesto Jennifer Lawrence, como todo el mundo esperaba. Está tan emocionada que se cae en la escalera. Todos se ponen de pie para apoyarla. ¿Y el actor? La triple ganadora Meryl Streep entrega su tercer Oscar a Daniel Day-Lewis, ¿a quién otro? El actor irlandés, visiblemente emocionado a pesar de que ya ha arrasado con cuanto premio había, le agradece a Spielberg, al gran olvidado Spielberg, la oportunidad brindada. Todavía bromea con Meryl acerca de que la primera candidata para “Lincoln” había sido ella y el primero en quien pensaron para interpretar a Margaret Thatcher fue en él. Ella festeja, el público aplaude y todos saben, en el mundo entero y a las tres menos diez de la noche, que el Oscar nunca estuvo en tan buenas manos.

Desde la Casa Blanca.

Un abotagado Jack Nicholson (otro que posee tres Oscar) que apenas puede moverse, es elegido para presentar la mejor película, pero… La pantalla gigante muestra a Michelle Obama desde la Casa Blanca anunciando que “Argo” es la favorecida. ¿No hubo intención política? Muchos pensaron que semejante paso debía ser en favor de “Lincoln”, pero resulta que, al parecer, esa película no ha dejado muy contentos a los demócratas. Los pinta como reaccionarios y antiabolicionistas en 1865, mientras los republicanos con Lincoln a la cabeza eran los liberales y progresistas. Las verdades históricas a veces duelen, pero luego de tantas películas que pintan a la CIA como una organización que abusa del poder y comete actos por fuera de la ley y de la Constitución (desde invasión a la privacidad hasta torturas) lo que plantea “Argo” es justamente lo opuesto: la CIA como buena gente, liberando ciudadanos norteamericanos de las garras de los fanáticos islamistas de Irán. Un baño de corrección política sobre una agencia tan cuestionada.

Los votantes de la Academia, donde predominan los demócratas liberales, suelen ser bastante conservadores a la hora de pronunciarse sobre calidades cinematográficas, si se piensa que incluso hasta “La noche más oscura” es bastante más comprometida políticamente. “Lincoln” es mucho mejor que “Argo”, como es obvio que Spielberg es superior a Ben Affleck. Bueno, ninguno ganó como director. John Ford, Frank Capra y William Wyler siguen estando allá arriba, el primero con cuatro y los otros con tres. Pero Spielberg puede alcanzarlos todavía. Siempre han sido sus maestros. No hay que perder las esperanzas.

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